La idea del eterno retorno ha sido postulada desde hace ya
mucho tiempo. Inicialmente asociada por la India y retomada por Egipto en la antigüedad,
su forma como pensamiento propiamente filosófico se tomó con los griegos.
Todos los postulados son diferentes dependiendo del filósofo
pero quizá la idea general se puede plantear de la siguiente forma: todo lo que
fue, será otra vez, hablando de una recurrencia infinita de instantes en un
tiempo cíclico eterno.
Después de filósofos como Orígenes en la antigua Grecia, la
idea del eterno retorno no gue completamente olvidada, inclusive escritores tan
grandes como Dostoievski mostraban indicios de esta mentalidad. En su novela Los hermanos Karamazov (1880),
Dostoievski, en boca de uno de los personajes -el diablo-, plantea el eterno
retorno:
“What, he accomplished it? But where
did he get the billion years to do it?”
“Why, you keep thinking of your
present earth! But your present earth may have been repeated a billion times. Why,
it’s become extinct, been frozen, cracked, broken to bits, disintegrated into
its elements, again ‘the water above the firmament,’ then again a comet, again
a sun, again from the sun it becomes earth–and the same sequence may have been
repeated endlessly and in exactly the same way in every detail, most unseemly
and insufferably tedious…”
Es posible que la novela de Dostoievski sirviera de
inspiración a Nietzsche, gracias a quién la idea del eterno retorno recobró
relevancia y popularidad filosófica. Lo presenta principalmente en dos obras:
1) La gaya ciencia (1882), donde se
plantea como ejercicio de pensamiento para considerar implicaciones y lo
desarrolla como posibilidad. Y 2) Así
habló Zaratustra (1883), en el cual Nietzche hace un desarrollo con mayor
complejidad del concepto. El siguiente pasaje es uno de los más representativos
de este desarrollo:
«¡Mira ese portón! ¡Enano!, seguí diciendo: tiene dos caras.
Dos caminos convergen aquí: nadie los ha recorrido aún hasta su final.
Esa larga calle hacia atrás: dura una eternidad. Y esa larga
calle hacia adelante – es otra eternidad.Se contraponen esos caminos; chocan derechamente de cabeza:
-y aquí, en este portón, es donde convergen. El nombre del portón está escrito
arriba: ‘Instante’.
Pero si alguien recorriese uno de ellos – cada vez y cada vez
más lejos: ¿crees tú, enano, que esos caminos se contradicen eternamente?» –
«Todas las cosas derechas mienten, murmuró con desprecio el
enano. Toda verdad es curva, el tiempo mismo es un círculo.»
«Tú, espíritu de la pesadez, dije encolerizándome, ¡no tomes
las cosas tan a la ligera! O te dejo en cuclillas ahí donde te encuentras,
cojitranco, – ¡y yo te he subido
hasta aquí!
¡Mira, continué diciendo, este instante! Desde este portón
llamado Instante corre hacia atrás
una calle larga, eterna: a nuestras espaldas yace una eternidad.
Cada una de las cosas que pueden
correr, ¿no tendrá que haber recorrido ya alguna vez esa calle? Cada una de las
cosas que pueden ocurrir, ¿no tendrá
que haber ocurrido, haber sido hecha, haber transcurrido ya alguna vez?
Y si todo ha existido ya: ¿qué piensas tú, enano, de este
instante? ¿No tendrá también este portón que – haber existido ya?
¿Y no están todas las cosas anudadas con fuerza, de modo que
este instante arrastra tras sí todas
las cosas venideras? ¿Por lo tanto –
– incluso a sí mismo?
Pues cada una de las cosas que pueden correr: ¡también por esa larga calle hacia adelante – tiene que
volver a correr una vez más! – Y esa araña que se arrastra con lentitud a la
luz de la luna, y esa misma luz de la luna, y yo y tú, cuchicheando ambos junto
a este portón, cuchicheando de cosas eternas – ¿no tenemos todos nosotros que
haber existido ya?
–y venir de nuevo y correr por aquella otra calle, hacia
adelante, delante de nosotros, por esa larga, horrenda calle – ¿no tenemos que
retornar eternamente?» –
En muchos sentidos parece problemático sostener que un
instante se repite y pasa infinito número de veces en infinito tiempo. Si hay
algo que distinga a dos instantes, por lo cual se diga que son en diferentes
momentos, entonces habríamos de decir que no se trata del mismo instante, ya
que de lo contrario sería contradictorio. Un instante se distingue de aquel que
es su repetición (para que se considere como repetición), por más que la única
distinción sea el tiempo en que se presenta o el número que le corresponde en
la serie de repeticiones.
El instante no puede ser uno muchas veces, si lo fuera, no
sería uno, sino muchos; para que sea muchas veces debería existirá algo que
distinguiera una ocasión de la otra, y entonces ya no se trata del mismo. Entendiéndolo
así, si es uno, sólo pasa una vez, y en esta medida no hay repetición, y por
esto no parece ser apropiado el concebir un ciclo infinito. Y si fuera infinita
la cantidad de instantes, diciendo que el flujo sí es infinito, ya no se
hablaría de un ciclo, y por esto no sería preciso hablar de un retorno.
Un momento no puede ser el mismo dos veces, tomando como
mismidad una identidad. Esta repetición, por tal, no puede ser ni absoluta ni
propia, ya que si hay factores por los cuales un instante es distinto a su
repetición, aquello que relaciona a los instantes no serían sino factores comunes,
grados de similitud más que una identidad, entonces se trata de un simulacro,
no de una repetición.
Considerando todo lo anterior, lo que hay es una repetición
referencial, no absoluta. Hay similitudes entre dos estados que nos hacen
relacionarlas. Como al decir que repetimos errores: no es el mismo error
absoluto, pero hay factores comunes que nos permiten identificarlo con otro
evento y decimos que “se repite”, solamente tomando aquel factor como
referencia. No se repite según todas sus variables, si lo hiciera no habría
distinción entre uno y otro, y no sería repetición, sino un solo momento.
Quizás la idea, en especial como la retoma Nietzsche, cargue
con un valor ético detrás. Diciéndonos que hay que afrontar la vida como si
ésta se fuera a repetir por siempre. Pero bajo esta concepción también hay una
problemática: el retorno supone la repetición infinitas veces, el instante y la
persona no serían los mismos si la conciencia no fuera también la misma, de tal
manera que jamás seríamos conscientes de que esto es una repetición. Si lo fuéramos,
sería una diferencia por la cual no se trataría de una repetición propia. Así,
si nuestra vida es vuelta a vivir exactamente igual, no tendríamos por qué
preocuparnos, nos parecería tan fresca como nos había parecido. Sin embargo,
quizá baste el solo momento de sufrimiento que viene con concebir la
posibilidad de que estamos condenados a este mismo destino una y otra vez.
Las consideraciones que yo tomo en el ensayo anterior son
injustas en tanto que no entran en la profundidad de la idea del eterno
retorno. Y después de discutir las problemáticas, concluyo: Quizá las
implicaciones filosóficas son lo suficientemente ricas como para realizar el
planteamiento del problema, que por más que sea problemático, es otro con el
que lidia la filosofía, uno de los tantos que ella misma creó.
Bibliografía
-Dostoyevsky, Fyodor; The brothers Karamazov; Signet Classics;
U.S.A.; 2007; 745 p.
-Nietzsche, Friedrich; Así habló Zaratustra; Biblioteca
Nietzsche, Alianza Editorial; Madrid, España; 2009; 230-231 p.p