La
tauromaquia no se puede pensar solamente como un suceso en el que los toros
sufren un martirio y son matados por diversión. Nadie atiende a las plazas para
ver dolor ni masacre, nadie va a presenciar la muerte de un animal, sino para
ver arte, valor, inteligencia, conocimiento, cultura, tradición y fiesta, todo
combinado en un espectáculo en el que se hace que un animal tan bravo, como el
toro, sea controlado por un ser humano, con cualidades físicas mucho menores,
pero con mayor nivel de inteligencia. Es también importante insistir en el
hecho de que el arte de los toros
va mucho más aya de los domingos de la temporada taurina, sino, que
abarca un gran espectro artístico y cultural. La tauromaquia es entrar en un
mundo diferente, por todas las áreas que abarca, desde el nacimiento de los
becerros, hasta qué se hace con el cuerpo del burel (toro); dónde se vende, que
usos tiene, todo esto después de años de crianza y de que el toro demuestre su
coraje creé un espectáculo precioso frente a cientos de personas.
Lo que a mi me da coraje es que la gente pida
que la fiesta brava se acabe pero es el gobierno que puede cerrar la plaza
quien permite la venta de especies amenazadas en el mercado de Sonora. En un país
de millones de gatos enaciados, hámsters sin corazón, cocodrilos bolseados, sólo
se defiende a los toros. Solo en México se prohíben las corridas de toros pero
se permiten las corridas de peseros y camiones que matan no toros sino gente. Los
toros no son indefensos; indefensos los pollos de Kentucky y nadie les tiene lástima.
No hay que juzgar sin antes conocer, y en el
caso de la tauromaquia, no se conoce hasta que se lee del toreo, se observa el
toreo, se comen los toros, se grita y se entiende en todos los sentidos, así
que se puede decir que maten a la “fiesta de sangre” pero no hasta que la hayan
vivido, porque es entonces que verán su belleza.
DANIEL KURI BREÑA
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