Argumentación y crecimiento.

A casi mediados de año, me siento a refeccionar sobre la clase de filosofía. ¿Qué he aprendido? Sí, he expandido mis conocimientos culturales del mundo de la filosofía. Sí, me he cuestionado lo mismo que los filósofos de la naturaleza, los racionalistas, los empiristas e inclusive los modernistas. Sí, he cambiado mis opiniones de diferentes temas y he desarrollado una habilidad de introspección para entender mi importancia (si es que hay alguna) en este mundo. Sí, he creado un juicio propio mediante esta introspección. Sin embargo, lo que más claro me ha quedado en esta clase, es que el 90% de la filosofía es argumentación. Dentro de la filosofía es importante tener ideales y pensamientos claros para poder expresarlos de cierta forma.

Mientras que muchos filósofos vivieron sin coherencia alguna en cuanto al dicho y el hecho, y pasaron sus vidas perdidos en la confusión y la frustración que la misma les trajo, siempre practicaron la facultad de la argumentación en su máximo esplendor. Sin embargo, es importante entender que es la argumentación para poder practicarla. La argumentación es el arte de poder convencer a alguien de algún punto que defiendas, ya sea de tus creencias o no. Es el arte de saber debatir y mantener ideales fijos hasta el fin de la discusión a pesar de ir en contra de todo lo que tú has dicho o creído antes. Es la belleza de poder plantearte en el momento y utilizar todos tus conocimientos que has adquirido con el tiempo, toda tu capacidad de razonamiento  y tus habilidades verbales para cambiar de personalidad y defender una postura hasta que te den por loco, ya estés en lo correcto o no. El problema y la dificultad de la argumentación nace de la inseguridad humana. Uno puede estar argumentando algo y tenerlo claro en su mente, sin embargo siempre llega el momento en el que la inseguridad empieza a entrar en nuestra cabeza y empezarnos a dudar de nosotros mismos. Para mí no hay nada más importante en la argumentación que saber defender una postura, estés en lo correcto o no, y saber entender las posturas de los demás para absorber lo que tu entender dicte como lo correcto y así desarrollar un modelo como el de la dialéctica Hegeliana y expandir tus conocimientos con cada argumentación.

Álvaro Migoya