Hace unas semanas mis amigas y yo estábamos
hablando sobre los derechos humanos. Cómo mexicanas que somos, todas tenemos,
en menor o mayor medida, algo de anti-gringas. Sintiéndonos muy informadas, criticamos
la política exterior de Estados Unidos, desaprobando su auto-proclamado rol
como policía del mundo y cuestionando los verdaderos motivos de sus acciones en
el Medio Oriente. Hablamos también de la poca tolerancia por parte de los
americanos –y del Occidente en general- hacia formas de gobierno diferentes a
la democracia. Me atrevo a decir que hoy, lo más importante para los países
occidentales es la libertad; la libertad de prensa, la libertad de expresión,
la libertad a la propiedad privada… No puedo pretender estar en contra de los
derechos humanos o en contra de la libertad, pues sin ellos, tendría una vida
muy diferente a la que tengo, una vida que ni hoy ni nunca estaría dispuesta a
cambiar. Sin embargo, no todas las naciones del mundo son iguales; su gente es
diferente por lo que sus prioridades son diferentes también.
Satisfechas,
llegamos al consenso de que Estados Unidos es poco tolerante, que le tiene
miedo a lo que le es diferente y que debería de aceptar que la libertad no es,
ni debería de ser, el objetivo o la prioridad de todas las naciones del mundo.
Todas estábamos tranquilas y en paz con nuestras conclusiones, hasta que
alguien preguntó: “¿Pero, entonces la opresión de la mujer en el Medio Oriente
qué?” En menor y mayor medida también, todas tenemos algo de feministas, por lo
que la pregunta nos dejó heladas.
De esta
conversación aprendí que soy igual de cerrada y aprensiva que los americanos.
Por más que quiera, hay situaciones en las que me es imposible ser tan
tolerante como me gustaría ser. Para impedir hacer prejuicios trato de pensar
en un ejemplo ya un poco visto; la colonización de México. Los españoles
llegaron al Nuevo Mundo y clasificaron de salvajes a los indígenas por la forma
en la que vestían y por que practicaban sacrificios humanos, mientras que
realmente pertenecían a una civilización que en algunos aspectos era
infinitamente más avanzada que la de los europeos. El porcentaje de efectividad
de mi técnica no es muy alta.
No me queda más que reconocer lo
difícil que es tratar de desprendernos de nuestra época, de nuestro espacio y
de nuestras creencias. Estudiar al pasado objetivamente siempre ha representado
un problema justo por esto. Intentar de pensar a la Edad Media, por ejemplo,
como un tiempo de importantes avances y no de decadencia y retroceso es un reto
no solo por lo que se nos ha repetido una y otra vez en las clases de historia
universal, sino porque nos es dificilísimo pensar que nuestro concepto de
avance, como el de cualquier otra cosa, podría tener un significado diferente
al que hoy le damos.
Tan difícil que no se puede llevar a cabo nunca. Salirnos de nuestras propias creencias formadas en un mundo resulta una tarea un tanto imposible, la labor que podemos llevar a cabo es compleja al describirla, porque además creo que hay muchas, pero pienso que lo primero que hay que hacer es ver al otro como un otro, reconocerlo. En la medida en que aceptemos eso, quizá, podamos llegar a tener una idea de cómo es su mundo. Muy bien Carmen, nunca se me hubiera imaginado hilar el desprendimiento con lo extraño de la otredad. Tienes 10.
ResponderEliminarCarmen, me gustó mucho tu ensayo, pues considero que efectivamente es imposible ser totalmente objetivos a la hora de hacer juicios. Siempre ha sido una gran polémica para mí pensar que los derechos humanos son inclusive violados por la cultura del país, pero ¿acaso puede llegar otro pretendiendo que todos tomen sus ideas por más buenas que él piense que sean? Seguramente la mayoría de las veces no es con mala intención pero, tal como dices, en la colonización, los españoles pensaban que les hacían un bien a los indígenas evangelizándolos aunque al mismo tiempo estaban destruyendo todo lo que para ellos era importante. Además, lo que actualmente me impresiona aún más es la estructura social que tienen países como Nepal, donde las clases sociales están determinadas por castas, donde los de la “varna” más baja son prácticamente intocables. Por último, me pareció interesante la relación que haces con el juicio a las culturas que violan derechos humanos y con el de épocas pasadas, pues nunca me lo había planteado así.
ResponderEliminarCarmen
ResponderEliminarCreo que abordas un punto muy interesante en cuanto a la indiferencia. Muchas veces caemos en una posición donde el juicio de nuestra propia perspectiva arrasa sobre todos estos temas que hablas. Creo yo que esta tendencia suele ser muy humana, en donde solo se ve una cara de la moneda, porque solo queremos ver esa. Con tu ensayo concluyo, que la libertad es opcional según nuestra formación, pero el respeto una obligación.
Carmen
ResponderEliminarCreo que abordas un punto muy interesante en cuanto a la indiferencia. Muchas veces caemos en una posición donde el juicio de nuestra propia perspectiva arrasa sobre todos estos temas que hablas. Creo yo que esta tendencia suele ser muy humana, en donde solo se ve una cara de la moneda, porque solo queremos ver esa. Con tu ensayo concluyo, que la libertad es opcional según nuestra formación, pero el respeto una obligación.